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domingo, 11 de octubre de 2009

DIA MUNDIAL DE LA SALUD MENTAL


¿Qué hacemos con la violencia juvenil?

  • Los trastornos de conducta son el primer motivo de consulta en psiquiatría infanto juvenil
  • Hostilidad de los padres, baja comunicación con los hijos elevan el riesgo de agresividad
  • La intervención conjunta de padres, profesores y sanitarios reduciría la violencia
(Foto: Carlos Miralles)

(Foto: Carlos Miralles)

Actualizado sábado 10/10/2009 01:28 (CET)

PATRICIA MATEY

MADRID.- La situación es insostenible. Se han acentuado los insultos y, lo que es aún más grave, su agresividad es más intensa y continuada. Esto se ha traducido en tirar la comida de la familia por el fregadero y el suelo, romper una vitrina de la cocina, dar patadas... "Ante la situación de extrema agresividad, nos hemos visto obligados a poner sendas denuncias en la comisaría de Policía, una el sábado y otra el domingo".

Este es el testimonio real de unos padres, recogido en el artículo publicado por Amado Benito de la Iglesia, psicólogo del Equipo de Salud Mental Infanto-Juvenil de Tetuán (Madrid), en el último número de la 'Revista de Estudios de la Juventud'(del Instituto de la Junvetud INJUVE) y que está dedicado a la salud mental de las personas jóvenes en España.

Padres que denuncian a sus hijos, compañeros de clase que pegan, chicos que matan a sus parejas,... Según datos recogidos por el Centro Reina Sofía, el número de jóvenes detenidos respecto al total de detenciones pasó del 16 (33% en 2005) al 17 (49% en 2006). Más cifras: en el primer semestre de 2007, un total de 3.420 padres denunciaron a sus propios hijos por malos tratos en el ámbito familiar, según el Instituto de la Mujer.

El incremento en las dos últimas décadas de adolescentes con comportamientos agresivos ha desatado la alarma social y ha despertado el interés científico por desvelar los factores de riesgo que la desencadenan. En parte, porque los trastornos de conducta constituyen ya el primer motivo de consulta en psiquiatría y psicología infanto-juveniles y en parte, también, "porque la presencia de episodios de violencia en la adolescencia puede denotar no sólo la existencia de dichos trastornos sino problemas serios en el desarrollo de la personalidad del menor, que pueden derivar en la aparición de trastornos psicológicos más graves", tal y como refleja un artículo del último número de 'Revista de Psicología' (publicación del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid).

Por este motivo, los expertos están reclamando la puesta en marcha de intervenciones tempranas dirigidas a la modificación de la conducta violenta y agresiva, un clamor que cobra especial resonancia en el Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra hoy, 10 de octubre.

Y, seguramente, los últimos datos aportados por científicos de la Facultad de Psicología de la UNED y recogidos en el 'International Journal of Psychology and Psychological Therapy' contribuyan a ello.

Los chicos, más agresivos que ellas

El estudio, "una investigación sobre los hábitos de crianza percibidos en los hijos y cómo estos predicen la conducta agresiva", se llevó a cabo con 1.107 participantes con edades comprendidas entre los ocho y los 17 años. Entre los resultados destaca que los niveles de agresión son superiores en los chicos que en las chicas. En cuanto a los factores que mejor predecían las conductas violentas destaca "la hostilidad materna o paterna, seguido de la falta de comunicación con los hijos y un bajo control de los mismos", según destaca la investigación.

Para los expertos, la "actuación preventiva debe centrarse en la mejora de la comunicación y en el afecto de los padres... La mejora de los hábitos de crianza es la clave en el proceso de prevención de la agresividad en niños y jóvenes".

De la misma opinión se muestra el psicólogo Benito de la Iglesia que defiende como parte del camino de la prevención de las conductas agresivas, "la mejora de la competencia educativa de los padres, la comunicación y el apoyo entre los miembros de la familia, el diálogo y el respeto entre unos y otros, las habilidades parentales y la dedicación de tiempo a los hijos".

Pero también cree en la existencia de otras 'claves' preventivas como "la mejora de la calidad de la enseñanza básica obligatoria, empezando por el número de plazas escolares en relación con el de profesores. Cuidar la formación inicial y permanente de estos profesionales y abrir los centros escolares al entorno, extendiendo la cultura de la convivencia, transmitiendo valores, normas y modelos basados en el respeto y la tolerancia".

Repara, también, en la necesidad de "ofrecer sistemas sanitarios eficaces y eficientes que cuiden y promuevan la salud física y la mental y desarrollen permanentemente programas de educación para la salud y el bienestar de las personas".

En definitiva, el trabajo conjunto de padres, profesores y sanitarios puede contribuir a reducir la agresividad de los adolescentes, valorando que "ninguno de los factores protectores arriba señalados por sí solo podrá eliminar las conductas violentas", insiste el psicólogo de Tetuán.

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