(Vídeo: J.B. | M.S.)
MADRID.- 'El mejor', o al menos eso dicen los ideogramas de su antebrazo. Con 46 años, Ignacio López (Nacho) se ha convertido en el primer español que, tras sufrir un infarto que lo dejó casi sin vida, ha logrado reunir la fortaleza suficiente para marcharse a casa con el corazón a cuestas. Literalmente. Este ingeniero vive gracias a una asistencia ventricular conectada a su corazón y a una máquina que permite que su sangre siga bombeando. Tal vez su tatuaje no exagera. Cinco minutos valen para sentir que es alguien especial. Sus ganas de vivir le ayudaron a sobreponerse a un estado terminal. Como él dice, ha visto "la luz al final del túnel" y, mientras espera la llegada de un corazón compatible, hace planes de futuro. Quiere irse con su pareja a Croacia el próximo verano. Antes, "no planeaba ni ir al cine".
En 2008, se trasplantaron 292 corazones en España. A pesar de ser uno de los mejores sistemas del mundo, la lista de espera atormenta a los que aparecen en ella. Como indica Manuel Gómez Bueno, cardiólogo del Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid), ahora se tarda más tiempo en recibir corazones compatibles y la calidad de los mismos es menos favorable: "La principal fuente de donación provenía de los accidentes de tráfico, que se han reducido. Por eso, los que nos llegan ya no son tanto de jóvenes, sino de personas mayores que, por ejemplo, han sufrido una hemorragia cerebral".
Si bien es cierto que las asistencias ventriculares, que hacen las veces de corazón, están especialmente extendidas en naciones como Estados Unidos, donde la donación de órganos es más escasa y las listas de espera se contabilizan incluso en años, esta alternativa artificial cada vez está más presente en nuestro país. La primera opción sigue siendo el trasplante, pero mientras llega la fecha, estos dispositivos no sólo evitan la muerte del paciente, sino que también mejoran su estado físico, lo que maximiza las probabilidades de éxito en la cirugía.
Cuando los médicos del hospital madrileño decidieron colocar el sistema a Nacho, su situación era crítica. Con 40 años, había sufrido un primer infarto cardiaco, que no le dejó demasiadas secuelas. A los tres años, padeció un segundo ataque, sin correr la misma suerte. Su calidad de vida se deterioró hasta el punto de no poder salir de la cama o de ingresar en el hospital cada semana. "He pasado noches muy malas, de desesperarme, de llorar, de no ver una salida", lamenta. Pero hace unos dos meses que se secó las lágrimas. Los miembros de la Unidad de Trasplante Cardiaco del Puerta de Hierro le implantaron dos asistencias, una en cada ventrículo, que conectaron a su corazón. Gracias a ellas, ahora su sangre se impulsa periódicamente en cada latido y fluye con normalidad.
Nacho todavía siente cierta aprensión al mirar los tubos que salen de su pecho y las bombas que hacen circular la sangre. "Hasta que cicatrice, voy al hospital una vez por semana a hacerme curas", explica mientras las enfermeras controlan que todo tenga el aspecto adecuado. La asistencia cardiaca de este paciente es biventricular y extracorpórea, pero no es la única opción existente. En el caso de los enfermos cardiacos que presentan graves problemas en un solo ventrículo, se suelen emplear dispositivos intracorpóreos. La bomba se implanta en el pecho o el abdomen del paciente y lo único que permanece visible es el tubo que conecta el dispositivo con la batería. En la actualidad, los especialistas colocan estos ventrículos artificiales con distintos objetivos.
Puente al trasplante
Su papel más común es el de servir como puente al trasplante. Logran que la salud del enfermo mejore lo máximo posible y la cirugía sea menos arriesgada. "Nacho llevaba tres meses esperando un órgano y veíamos que se iba deteriorando cada vez más. Había ingresado varias veces y sus pulmones, riñones e hígado también estaban empeorando. Por eso, optamos por seguir una estrategia con la que lograr que pudiese llegar en buenas condiciones al trasplante", aclara uno de sus médicos, el doctor Gómez Bueno.
Además de esta indicación, los ventrículos artificiales también ayudan a la recuperación cardiaca. "Se emplean en las cardiopatías reversibles. El corazón descansa mientras el paciente lleva puesta la asistencia. Pasado un tiempo, el órgano se recupera y se retira el dispositivo", añade el cardiólogo de Nacho. Éste es el caso, por ejemplo, de una mujer de Barcelona que desarrolló un problema cardiaco a causa de la quimioterapia y, gracias a esta ayuda, su corazón volvió a funcionar con normalidad.
Como tercer objetivo, mucho menos extendido, se encuentra el servir de terapia definitiva. "En pacientes mayores o con algún problema que impida la realización de un trasplante, se pueden emplear como tratamiento final. La otra alternativa que les queda a estos enfermos es la muerte", apunta el cardiólogo del Puerta de Hierro.
Otro de los hospitales españoles experimentados en esta clase de dispositivos es el Gregorio Marañón (Madrid). "Hemos colocado asistencias a 70 enfermos. Predominan los ventrículos que se implantan a corto plazo, como puente al trasplante", declara Ángel González Pinto, jefe de servicio de Cirugía Cardiaca de este centro. Su grupo destaca, además, por su programa de aprovechamiento de órganos: "El trasplante es la mejor asistencia. Tenemos órganos, pero también es verdad que la edad del donante ha aumentado. Por eso, tomamos corazones subóptimos, de mayor edad, y los implantamos en pacientes no idóneos (mayores o con mucha patología de base)".
Como en toda terapia invasiva, los riesgos están muy presentes y, por ello, es fundamental su supervisión. "El principal problema es que los componentes (...) no son completamente biocompatibles y pueden formarse trombos. Por eso, necesitamos poner un tratamiento con anticoagulantes y antiagregantes que evite que las plaquetas se adhieran las unas con las otras. También hay que vigilar al enfermo realizando análisis y con procedimientos que pueden parecer algo rudimentarios, como mirar con una linterna si se han formado trombos de fibrina en las cámaras de los ventrículos", matiza Luis Alonso-Pulpón, jefe del Servicio de Cardiología en el citado centro de Majadahonda y anterior presidente de la Sociedad Española de Cardiología. Otro de los problemas más recurrentes, según añade este especialista, tiene que ver con los tubos o cánulas. "Al estar conectados con el exterior puede favorecer la entrada de gérmenes hasta el corazón".
Un caso ejemplar
El caso de Nacho es bastante paradigmático. Se ha recuperado bien de una intervención bastante agresiva y constantemente resta importancia al hecho de vivir conectado a una máquina. "Cuando tuvimos que curarlo por primera vez, fue él quién nos ayudó a que se nos quitara el susto", reconoce Aurora, una de las enfermeras. Además, conoce a la perfección la tecnología que permite que su sangre siga circulando: "Está pensado para que sea imposible que no hagas las cosas bien. Son dos pistones, que generan el aire que bombea la sangre, y funcionan con dos baterías. Cuando estoy en casa, lo enchufo a la red". El ruido que emite el aparato tampoco parece ser un problema para él. "El aparato al que estaba conectado en la UCI sí que era ruidoso. Eso sí, cuando me quedo dormido, a veces oprimo las cánulas y la máquina se pone a pitar a todo volumen. Me despierta y cambio de postura".
Radiografías, cura, analítica, consulta médica... la intensa sesión de hospital ha finalizado. Nacho coge sus gafas, su móvil y su libro de Dan Brown -"es para leer en la piscina", bromea—, y pone rumbo a la salida, siempre tirando de la máquina que lo mantiene con vida. "Por hoy he acabado, así que me marcho a casa".
No hay comentarios:
Publicar un comentario